viernes, 13 de noviembre de 2009

Contacto

Los veo bailar, como fluidos derramándose en el espacio. Ella le agarra fuerte y le sostiene. Él ya no tiene miedo a caer. Se juntan. Se separan un momento. Sigue la música y es un suspiro que sus manos no van a desperdiciar. Se miran y se arrastran. No hay paradas. Ese viaje sigue, y gira, y sigue y gira. Ella se encarama a su espalda y el bailarín la acoge en su hogar. ¿Es un juego esta danza? Y, si es así, ¿qué se juegan? Firman la paz, y la paz es un nudo. Qué ligero es el cuerpo cuando el otro cuerpo lo entiende. Saltan y caen al revés, pero un giro lo arregla todo. "¿Te conozco?" parece decirle la bailarina. La música va envolviendo los ojos, mientras él parece un viejo, y al segundo es un bebé en sus brazos. Ella le asfixia y él se quiere desprender de su cuerpo dulcemente. Finalmente se deja mecer y ella le expulsa con su centro. Vuelan solos. Ruedan. Las posturas encajan y hay equilibrio. La música se calla.

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